¿Tu perro realmente tiene un problema…

...o el problema lo tienes tu? Cuando queremos conseguir que un perro haga algo   primero deberíamos preguntarnos si le estamos pidiendo algo normal

¿Tu perro realmente tiene un problema…

…o el problema lo tienes tú?

Mia ya sabe la respuesta, pero tú tendrás que averiguarla solito

Esto es algo que me encuentro muy a menudo en mis conversaciones sobre perros con la gente. Ha llegado el momento de que nos sentemos a hablar tú y yo.


Cuando queremos conseguir que un perro haga algo — adiestrarlo — primero deberíamos preguntarnos si le estamos pidiendo algo normal o antinatural para el perro o su situación.

Me fastidia que a veces queremos conseguir que un perro haga algo cuando, ya no es solo que en la situación actual sea imposible adiestrarlo por falta de tiempo, si no que ni siquiera nos paramos a pensar que lo que proponemos sea ético o si solo nos beneficia a nosotros, en detrimento de la calidad de vida de nuestro can.

Se merecen un respeto y ellos deberían poder escoger, bajo mi punto de vista.

Voy a poner algunos ejemplos que pueden ilustraros

El perro humanizado

Para alguien que no conoce las necesidades caninas puede ser lógico querer enseñar a su perro a andar sobre dos patas, para hacer la gracia de que anda como un niño.

Pero dicha práctica es un claro maltrato al animal. El perro está pensado para andar sobre cuatro patas y, por tanto, los ligamentos de sus patas y otras partes de su cuerpo sufrirían mucho dolor, además de la extrema dificultad de andar sobre dos patas para ellos. Es como si obligasen a un niño a andar haciendo el pino, sobre sus manos.

Aquí tenemos a Kevin, haciendo su relajado paseo matutino por la playa.

¡Que salte y coja un frisbee!

Algo aparentemente tan sencillo como que adiestre a tu perro a coger el frisbee saltando 5 metros puede tener consecuencias muy graves.

Si el perro tiene un problema de cadera, este se puede acentuar — cof-cof-pastores alemanes-cof-cof … Ay, que tos más tonta — o si el perro es muy mayor puede acabar con graves problemas de espalda. Eso solo por mencionar algunos inconvenientes físicos.

No tiene sentido entrenar a un perro para hacer ciertos ejercicios que ni le gustan ni le hacen bien a su musculatura. Oh, espera, pero le hace bien a su amo que participa en eventos y competiciones… venga, hombre.

Obviamente, otro tema es si al perro le encanta jugar al frisbee y se lo toma como un juego, y además tiene las capacidades físicas para hacerlo y no va en contra de su bienestar y salud.

Obviamente en el caso de un border collie, que “están locos”, es hasta bueno enseñarle a coger el frisbee. Así “hacen algo” con toda esa energía. (Entiéndase que todo esto lo digo en clave de humor. Amo a los border collie).

El perro guardián

Un caso que me encontré una vez — y cuyos dueños recuerdo con cariño — está el de querer que un perro se quede guardando una casa, como su guardián. Hasta ahí todo lógico pero, nunca nada es tan fácil como parece.

Hoy en día los perros tienen un vínculo muy fuerte con sus dueños y sus vidas giran en torno a ellos. Y se entiende. Los hemos criado como a un hijo, a diferencia de como se hacía antiguamente que era a palos.

Para un perro, que el dueño se marche del hogar es algo más difícil de soportar cuanto mayor sea el vínculo que tiene con él.

Aunque está bien darles una tarea para que sientan que tienen una función en la familia y se sientan útiles — algo que todos necesitamos — pero “defender” una casa sin los dueños no es algo natural. Algo más natural es “defender” a los dueños. Y lo mejor, para su salud mental, es tenerlos sueltos en casa.

Contrariamente a lo que algunos dicen, yo opino que para que un perro se vuelva un buen guardián no debe estar demasiado apegado — apego entendido como dependencia emocional excesiva — a sus dueños y estos deberán esforzarse por rechazarlo y bloquearlo cuando los persigan si se van. Y que el perro lo acabe aceptando.

Si no se puede bloquear al perro porque se quiere tener todo libre de vallas y el perro está apegado a sus dueños, el perro jamás decidirá quedarse porque todo lo interesante se va. Se queda solo. Y sabe que como no se espabile, se sentirá “abandonado” durante cuatro o cinco eternas horas.

Tendremos a un perro que quiere irse con sus dueños y que no tiene ninguna razón para “cuidar” de un terreno. Si encima el perro alguna vez ha conseguido que el dueño vuelva o que se lo lleve con él, es que ni se le pasará por la cabeza quedarse en casa.

En este caso, el problema estaba en no tener una forma de bloquear al perro. Esto era incompatible con el adiestramiento. Las soluciones que planteé requerían demasiado trabajo — con el poco tiempo disponible — para que el perro se apegase más a la casa y tuviera razones para quedarse cuando se iban los dueños. Además, sin resultados garantizados por la dificultad de lo que se pide.

Una posible solución

En el caso de mi mastín Punt, hacemos algo parecido y cuando me voy de casa lo dejo atado. No hay vallas y sé que si no se vendría detrás de mí — si no hay nadie en casa — y me arriesgo a que llegue a la carretera y lo atropellen.

Lo de atarlo es más por miedo mío que porque realmente lo vaya a hacer, pero no me arriesgo. Hoy en día, después de todas las pruebas y adiestramiento que hemos hecho, podría acabar haciendo lo siguiente. O tal vez no.

Una experiencia que tuve más tarde fue el caso del perro de un vecino.

Bruc, un pastor belga. Tiene 8 años y a menudo lo tenían suelto por la noche. Él daba vueltas por el terreno y lo hacía suyo, defendiéndolo de las bestias del bosque durante la noche.

Alrededor de esta época, yo me encargaba de soltarlo y recogerlo. Hubo un día que me tenía que ir a trabajar y el perro no se dejaba atar. Después de llamarlo repetidas veces, yo ya llegaba tarde al trabajo que me daba de comer… así que acabé cogiendo el coche y me largué todo lo rápido que pude, intentando que no me siguiera…

Podría haber salido muy mal la cosa, pero no fue así.

Quizás tuve la suerte del principiante, pero el perro no me siguió y se quedó donde estaba. A pesar de que no había nadie en casa. Tal vez porque no era mi perro y no teníamos un vínculo especial.

Después de aquello — aunque había aprendido la forma de que viniera para que lo atase cuando se lo pedía — podía irme tranquilamente sin que el perro me siguiera y lo preferíamos los dos porque el perro siempre estaba suelto.

Si el perro sentía curiosidad por venirse le decía que no. Y la consecuencia era siempre la misma: yo me iba y él se quedaba.

En el caso de mi propio perro Punt, es posible que no funcionase, y es que como tenemos un vínculo muy fuerte es posible que el perro quisiera venirse con nosotros.

El precio del fracaso podría ser que mi perro se perdiera o que acabase aplastado en medio de un accidente de tránsito. No estoy dispuesto a probar algo tan antinatural.

Podría exponer más casos posibles… pero no quiero alargar demasiado el post. En resumen, en según qué casos un mismo “problema” o “petición” tiene distintas soluciones. Y a veces no es posible. Hay que planteárselo bien. Esto se arregla automáticamente cuando aprendemos sobre qué necesitan los perros, aunque ya estoy yo aquí para eso

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